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‘A Day At The Races’: cómo fue que Queen consiguió la pole position

Los elementos operísticos y el sabor a fuego de Queen salieron a relucir una vez más con ‘A Day At The Races’.

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Queen A Day At The Races
Portada: Cortesía de Hollywood Records

Después de A Night at the Opera, Queen regresó con A Day at the Races. Un disco en el que una vez más se inspiraron conceptualmente en los hermanos Marx y la cronología de sus películas. Eso sí, como Roger Taylor aseguró a los espectadores del show cómico Supersonic Saturday Scene, aunque las referencias a estos cineastas eran bastante conocidas, el próximo álbum no se llamaría Room Service o Duck Soup.

La banda se encontraba muy entusiasmada cuando comenzaron con las sesiones para el nuevo álbum, en julio de 1976. Este sería un disco que se grabaría primero en The Manor, para después tener una primera sesión de mezclas en Sarm East y una postproducción final en Wessex Studios. Freddie Mercury era ahora el orgulloso ganador de dos premios Ivor Novello por “Killer Queen” y la escandalosamente compleja “Bohemian Rhapsody“. Eran dos galardones que reconocían el arduo trabajo que este grupo había realizado durante los años anteriores y una insignia que les abriría la puerta a nuevos horizontes.

Una combinación ganadora

A pesar de estos éxitos obtenidos, el proceso de grabación tuvo un cambio importante. Roy Thomas Baker (el productor de A Night at the Opera) y Queen decidieron que ya habían recorrido suficiente camino juntos. Por ello, quien controló la consola de grabación fue Mike Stone, ingeniero principal y un aliado técnico de la banda con un largo CV, cuyas habilidades para empalmar varias tomas de grabaciones habían impresionado a todos en “Bo Rap”. Siendo una gran mancuerna de Mercury, el temple tranquilo de Stone permitió que la creación del nuevo disco se realizara con un andar relajado en el cual se pudo desarrollar una combinación ganadora de pop comercial inteligente y sofisticado, que se entrelazaba con el heavy metal característico de Queen y su inclinación por las melodías de música clásica. Esta combinación de elementos funcionó muy bien, ya que A Day At The Races también llegó al número 1 en el Reino Unido y entró rápidamente en el top 5 estadounidense.

Antes del lanzamiento, Queen realizó una breve gira de verano de cuatro días, incluida una aparición triunfal en el Hyde Park de Londres. El concierto contó con tanta asistencia que la policía impuso un toque de queda. La ausencia de tales problemas en Edimburgo y Cardiff significó que esas audiencias afortunadas pudieron tener un vistazo del próximo sencillo de la banda “Tie Your Mother Down”. En este proceso hubo todavía más cambios, ya que estas fueron las últimas fechas en las que Freddie lució el cabello largo y su característico esmalte de uñas negro Biba.

Un Freddie Mercury en evolución

Freddie, siempre artista, nunca inartista, tuvo la intuición de que era hora de evolucionar. Como comentó David Bowie más tarde: “De todos los artistas de rock más teatrales, Freddie lo llevó aún más lejos que el resto… lo llevó al límite. Y, por supuesto, siempre admiré a un hombre que usa mallas. Solo lo vi en concierto una vez y, como dicen, definitivamente era un hombre que podía tener a una audiencia en la palma de su mano”. En los años siguientes, Mercury encabezaría el sentimiento general de ser conocido como el líder más grande del rock de todos los tiempos, con una voz que igualaba su intensidad dramática.

Aun así, como Freddie dijo de sí mismo: “Cuando actúo, soy extrovertido, pero por dentro soy un hombre completamente diferente”. El lado tímido que mostraba al mundo exterior durante cualquier campaña de prensa se equilibraba con su ritmo de trabajo febril. Tal es así, que el tiempo que pasaron trabajando en The Manor en Oxfordshire estuvo lleno de incidentes mientras el perfeccionista que llevaba adentro trataba de impulsar el proyecto al límite.

A menudo visto como el compañero de su álbum predecesor , en muchos sentidos A Day At The Races se puede entender como una continuación, casi un disco doble tardío, de A Night At the Opera. Para este álbum, el lanzamiento se hizo a lo grande. Los pedidos por adelantado superaron el medio millón y el LP fue el primero de la banda en ser anunciado por televisión, utilizando clips del concierto de Hyde Park que se mostraron durante ese año desde principios de otoño. Coherente con el sentido juguetón de la banda, Queen también promocionó el álbum con una carrera en Kempton Park. Algo que parecía ser tan solo un juego, en realidad tuvo un impacto muy serio. Ya que estos malabares publicitarios funcionaron de maravilla y llevaron a A Day At The Races directamente al primer puesto de las listas de popularidad.

La obertura de rock perfecta

¿Qué es lo que se escucha mientras el juez de esta carrera da la órden de salida? Por un lado, suena la primera producción propia de Queen y un doble jab impresionante de canciones que al instante los separaban de toda la competencia. La apertura de Brian May, “Tie Your Mother Down”, resultó ser una obertura de rock perfecta. Basado en un artículo adolescente que él había escrito mientras estudiaba para su doctorado en Astronomía en 1968, era una combinación de las guitarras acústicas y eléctricas de May con un fino slide lead y una de las voces más estridentes de Mercury. Mientras tanto, en el fondo de pronto aparece un detalle sonoro creado con el armonio tonal de May, un sonido muy particular que sirve como una pequeña pista sobre el gran cierre que luego tendrá el álbum con “Teo Torriate”.

En cuanto a riffs se trata, en “Tie Your Mother Down”, Brian aprovechó la oportunidad para hacer un homenaje a su compañero guitarrista Rory Gallagher, cuyo tema de Taste, “Morning Sun”, era uno de sus favoritos. La letra era algo atípica para él, pero aún así llevaba una cantidad justa de humor de mala gana que permitía sacar lo mejor de Mercury. Sobre esta canción, Freddie opinó: “Tal vez él (Brian) estaba en uno de sus estados de ánimo viciosos. Creo que está tratando de superarme después de ‘Death On Two Legs’ en realidad”.

“You Take My Breath Away” de Freddie deleitó a los fans con una voz grabada en múltiples capas y un acompañamiento de piano que le dieron a esta súper balada la sensación de ser una pieza de un solista. Tal es así, que en el concierto de Hyde Park Freddie la tocó sólo, sin acompañamiento, animando a los fans a unirse a su voz (aunque en realidad ellos no necesitaban mucha persuasión para hacerlo).

Aunque la presencia de Freddie nunca deja de ser apantallante, en “Long Away” juega un papel más discreto, una canción de Brian con Roger Taylor que es armonizada con una ráfaga de guitarra eléctrica Burns de 12 cuerdas y una línea melódica que tiene dulces ecos de los momentos clásicos de los Byrds y los Beatles. Es una cosa encantadora.

El gran éxito estaba por llegar

Por anhelante y nostálgico que sea “Long Way”, lo que sigue es una de las observaciones sociales más grandiosas y actualizadas de Mercury. En “The Millionaire Waltz”, el protagonista se deleita mezclando negocios con placer. Este es uno de los cortes profundos del catálogo de Queen, una pieza que esm extrañamente pasada por alto y que fue ampliamente subestimada en aquel momento. Otro track digno de redescubrir es “You And I” de John Deacon, que con el tiempo se volvería a editar como la cara B de “Tie Your Mother Down”. Seguramente el posicionamiento de estas canciones en el disco no fue casualidad, ya que este combo de piezas tranquilas fueron la manera en la que Queen tomó aliento para desatar el gran éxito de este álbum.

Una aventura nocturna decadente

“White Man” de Brian, es un examen sólido sobre cómo los nativos americanos fueron tratados a manos de los colonos europeos. Esta es una muestra de las muchas facetas que la banda se lanzó a explorar en este disco. Por otro lado, “Good Old-Fashioned Lover Boy” de Freddie es una gran pieza de extravagancia ragtime que logra una irresistible atmósfera, con un escalofrío sexual que se siente como un cómplice de las voces astutas que acompañan a esta canción (entre las que se incluye la voz adicional de Mike Stone). La gozadera que tuvieron en el estudio transpira a través de esta canción, una combinación de glam y despreocupación que resulta en una decadente aventura nocturna que lleva consigo un toque bastante autobiográfico .

“Drowse” de Roger fue prácticamente un proyecto solista, ya que este baterista toca la guitarra rítmica y los timbales adicionales. Sin embargo, cuenta con la aportación de Brian y una guitarra slide dentro de uno de los momentos más inusuales y discretos de la banda. Se trata deuna melodía que incluye notas al pie que hacen alusión tanto a Clint Eastwood, como a Jimi Hendrix y Guillermo el Conquistador. En resumen, se puede decir que “Drowse” hace honor a su nombre y resulta ser un pequeño momento de fantasía inglesa, con todo lo adormilado de una tarde de domingo.

Abrumados por la gran experiencia que tuvieron durante su gira en Japón, es que “Teo Torriate (Let Us Cling Together)” de Brian cierra el álbum con dos de los versos cantados íntegramente en japonés. Tal es la conexión de esta composición con aquel país, que en ese mercado se lanzó  como sencillo, lo que hizo el efecto Tokio aún más grande. En esta pieza el compositor también añade armonio y un piano plástico a la mezcla, lo que da como resultado una conclusión vibrante y cálida para acentuar su sabia letra.

Lanzado a tiempo para alcanzar el mercado navideño, el 10 de diciembre de 1976, A Day At The Races encabezó las listas del Reino Unidos el 26 de diciembre y los convirtió en artistas de platino en Estados Unidos.

Una vez más, los elementos operísticos y con sabor a fuego de Queen salieron a relucir. Habían logrado superar otra prueba con éxito. Y si todo eso no fuera suficiente, Groucho Marx envió al grupo una nota escrita a mano para felicitarlos por su excelente gusto.

A Day at The Races se puede comprar aquí.

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